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Historia y Funcionamiento

La Tienda mágica

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La Entrada y el Hall

Magic Mall abre hoy sus puertas a la comunidad mágica. Atrás quedan los siete años que han durado las obras del impresionante Mall en el que no se han escatimado recursos financieros ni encantamientos mágicos. La nueva tienda gestionada por el Concilio de Mercaderes es un impresionante centro comercial dotado de los más novedosos hechizos de protección y con varios encantamientos de muy reciente invención.

Sorprende la extraña combinación de lo clásico y lo moderno, desde el mismo momento en que la vista se fija en el escaparate situado frente a Gringotts en el Callejón Diagón. La vidriera, que se recorta con un artesonado gótico en madera de nogal, cambia levemente su tonalidad tintando los cristales de diferentes colores a medida que avanza el día. En el aparador del escaparate, los productos que se exhiben se van alternando cada pocos minutos a través de una novedosa aplicación del encantamiento convocador recién descubierta.

La puerta de la tienda es de bronce bruñido y su picaporte de una curiosa plata que resulta cálida al tacto y tiene forma de flor de lis. Nada más entrar, uno encuentra un amplio pasillo con pequeños ventanales de estilo gótico a un lado del mismo, adornados con gruesos cortinajes de terciopelo, cuya púrpura tonalidad hace juego con las alfombras que cubren el suelo. En la otra pared, diversas placas conmemorativas y cuadros recuerdan la larga historia de la institución. Junto a los retratos del Ministro y de la Viceministra de Magia, situados en un lugar central del pasillo, descansa una placa conmemorativa en la que puede leerse en letras doradas:
 

Imagen IPB

 

Sorprende ver, casi al final del pasillo de entrada, un cuadro que representa un castillo bañado en la sangre de miles de doncellas, justo enfrente del extraño retrato de un mago vestido con traje de época junto a un marino muggle con aspecto de fiero corsario, tan inmóvil en el marco como el resto del paisaje que rodea al mago.

Al final del pasillo, uno cae en la cuenta de la imponente verja de hierro que cierra el paso al Hall del Magic Mall. Desde allí, uno puede contemplar, a través de la verja, la inmensidad del centro comercial, si bien, es precisamente en ese momento, cuando uno se percata de la verdadera funcionalidad del largo pasillo que acaba de recorrer. Si los encantamientos del lugar no han detectado ningún objeto o sustancia peligrosa, la gran verja de hierro, que sólo deja pasar a una persona a la vez, se abre dividiendo un gran murciélago con las alas extendidas, por la mitad. Si, por el contrario, el pasillo detecta una amenaza de cualquier tipo, las puertas permanecen cerradas y una gran urna de cristal magnético inmoviliza al sujeto hasta que llegan los servicios de seguridad del Ministerio de Magia.

Nadie puede entrar al Magic Mall sin haber atravesado el pasillo y existe un lugar similar, de proporciones más grandes, para la entrada a los almacenes que guardan los productos de la tienda. Ni siquiera los miembros del Concilio de Mercaderes o del Wizengamot pueden saltarse esta medida de seguridad. Únicamente existen tres salvoconductos mágicos que permiten aparecerse directamente en el Magic Mall. Dos ellos están en poder del Ministro y de la Viceministra de Magia. El tercero se guarda en una caja fuerte, para casos de emergencia en los que las fuerzas de seguridad ministeriales tuvieran que actuar con celeridad.

Ya en el interior del Hall, destacan unas fabulosas escaleras mágicas, construidas en piedra, que permiten el acceso a las plantas superiores. Los escalones van apareciéndose a medida que el mago asciende por ellos y se paran justo en el lugar deseado.

Todos los empleados del Magic Mall llevan túnicas azules con las iniciales CM bordadas en la pechera con hilos de plata. Algunos de ellos, lucen franjas doradas en la túnica, indicando una superior categoría en la plantilla del Magic Mall.

Sobre una gran estrella de cinco puntas se alza el mostrador de recepción, todo él de un metal reluciente en tonos plateados, en cuyo frente se dibujan representaciones góticas esculpidas sobre el propio metal. La imagen central es una gran daga en forma de cruz con la parte superior redondeada, formando una elipse alargada.

Una gran cúpula de cristal, sostenida por enormes columnatas, también de estilo gótico, filtra al interior la luz natural. En todo el recinto del Mall, el aire está impregnado de diversas esencias que varían en función de la sección en la que uno se encuentra.

A un lado de la planta baja, se sitúa la trastienda, lugar reservado para la sección de criaturas y, al otro lado, junto a las escaleras que suben a las plantas superiores, se encuentran varios restaurantes con las decoraciones más variadas. Uno puede sentarse a comer en cualquier ambiente, ya sea el de un salón de estilo imperial chino o el de una jaima bereber, pasando por decoraciones más clásicas y selectas que emulan los comedores de castillos y palacios y sin olvidarse de los pequeños puestos que imitan esos fast food muggles que empiezan a hacer furor también entre los magos.[/color]

Subiendo por las escaleras, se llega a una sobre planta en la que se puede contemplar el Hall desde arriba a través de un mirador de arcos apuntados. Más arriba, nos encontramos con la primera planta, en donde se encuentra la sección de objetos mágicos y, si seguimos subiendo, accederemos a la sección de pociones, en la segunda planta o a la oficina del Concilio de Mercaderes, en la tercera. La tienda tiene también una sección para objetos más peligrosos, si bien se encuentra en el subsuelo y se necesita una autorización especial del Concilio para acceder a la misma.

Sin lugar a dudas, Magic Mall es un lugar digno de visitar, además de un centro comercial con una increíble y variada oferta de todo tipo de objetos, criaturas y pociones.

Reportaje de El Profeta con motivo de la Inauguración del Magic Mall

 

La Trastienda: Sección de Criaturas

Si se cruzase el gran marco que lleva a la zona trasera de la tienda lo primero que uno pensaría es que se encuentra en medio de la selva. Cada pequeño rincón se encontraba ambientado de tal forma que se adaptaba perfectamente a las necesidades de sus habitantes: las criaturas.

Era una especie de jungla artificial, pero extrañamente dividida en dos secciones, pues aunque la gente no lo viera a simple vista, una barrera invisible dividía a las criaturas mágicas de las muggles. Y dentro de cada sección, había dos sub-secciones, puesto que en un lado estaban las más salvajes y en el otro las más tranquilas. Era enorme el complejo.

Con lo primero que uno se encontraba era con la sección de criaturas muggles que no suponían grave peligro para las personas. Había varios gatos enjaulados, al igual que cachorros caninos. Algunos caballos pura sangre estaban al fondo, en un establo artificial creado para ellos, y un poco más allá, se encontraban algunos bisontes y otras criaturas similares. Monos y jirafas se peleaban los árboles, los monos para jugar en ellos y las jirafas para comer sus hojas. Había un sinfín de criaturas en esa sección.

Al lado, estaba algo más parecido a la sabana africana... leones, tigres y hasta elefantes! animales que suponían peligro extremo para los muggles indefensos estaban en esa jaula. Provocaban un gran alboroto los gorilas que trepaban unos gigantescos árboles frutales, seguramente estaban enojados por el cautiverio y las personas que no le quitaban los ojos de encima, hacían golpear sus puños contra sus pechos y lanzaban algunos bananos contra la cabeza de los rinocerontes que estaban abajo dormidos.

Si seguías mirando el lugar, pasabas a la siguiente gran ambientación en donde estaban las criaturas mágicas no peligrosas.

Del lado derecho se podía ver una serie de árboles de interior que medían casi cincuenta metros de altura y daban la sensación de ser parte de un inmenso bosque. En los pies de estos, una pequeña manada de Bowtruckles se movían suavemente entre las ramitas del suelo camuflándose entre ellos. Sobre estos, dos clabberts se mecían perezosamente de una rama a otra con movimientos entre rana y mono. En ese momento se escucharon ladridos, y tres Crup pasaron corriendo persiguiendo unos Kneazles entre los magos que miraban el vivo color de los Clabberts.

Avanzando por la gran exhibición de venta de las criaturas, se podían ver algunos Demiguise cuando no había magos cerca. De lo contrario, su pelaje blancuzco se movía suavemente y en el instante estos desaparecían. Claramente, la invisibilidad era algo natural en ellos, aunque se notaba que los más pequeños tenían dificultad en lograr desaparecer del todo.

Aquel lugar estaba protegido con todo tipo de encantamiento para cada uno de las criaturas. Algunas tenían más, y otros menos, dependiendo de cada uno. Por ejemplo, a los Fénixs y los Diricawl se les había hecho un encantamiento anti-aparición creado especialmente para ellos porque los encantamientos corrientes no funcionaban con ellos. Ya el ministerio había perdido tres ejemplares de cada uno intentando probar un encantamiento que impidiera que desaparecieran.

A las Hadas, los Duendecillos, Imps y Doxys, se les había dado zonas en los árboles especialmente para ellos, pero delimitando cada sector porque sino los Duendecillos comenzaban a destruir las casas coloridas de las Hadas, y estas, para vengarse, comenzaban a destruir todos los nidos que encontraban.

Había también Escarbatos, Fwoopers, Billiwig, cada uno protegido especialmente para no crear daño, pero que aún así cada mago pudiera ver sus habilidades. Los Gnomos corrían entre las personas a veces escapándose de los Crups, y otras veces persiguiendo algún Gusamoco que se había escapado de su jaula.

A un lado del artificial bosque había un gran lago que, con sus encantamientos necesarios para poder meterlo dentro de la tienda, contenía Grindylows, Hipocampos, y algún que otro Kappa con correa; al lado de estos fuera del lago, había una gran fuente con pepinos dentro y una pluma por si alguno intentaba comerse algún mago. Más al fondo había algunos Kelpies los cuales cambiaban de forma cada día.

Los sectores más protegidos se encontraban al fondo. En aquel sector había menos árboles y planicies de arena que se extendían hasta el fondo. Una docena de magos capacitados se situaban en la zona más cercana encargados de mantener a raya lo que había del otro lado. Del lado izquierdo, dos dragones; un gran Bola de Fuego chino adormecido al lado de un Galés Verde el cual se encontraba acostado. Cada uno era inmenso, parecían una casa enorme que echaba humo por la chimenea. En una jaula, una enorme serpiente se enroscaba delicadamente alrededor de un inmenso olmo que parecía quedarle chico. Sus ojos se encontraban cubiertos por una placa negra que impedía su visión.

Algunas arañas pequeñas del tamaño de mesas (bueno, no tan pequeñas) correteaban de un lado a otro persiguiendo la presa que se les había obsequiado ese día; una débil e indefensa oveja que intentaba salvarse. También había una Esfinge que hablaba sola y hasta un Nundu que se paseaba con movimientos felinos dignos de un gran leopardo el cual tenía un encantamiento casco-burbuja para que su aliento no llegara a nadie.

El recorrido completo de aquel magizoológico duraría al menos tres horas, o seis si se realizaba con detenimiento. En la entrada de aquella trastienda se encontraba el sector de cajas, donde también había un grupo de magos que se encargaban de controlar a los magos ingresantes y tomarles los datos, principalmente su rango social.

 

Primera Planta: Sección de Objetos

En la primera planta del Magic Mall, se encuentra la mayor galería de Objetos Mágicos que existe en toda la comunidad del mundo de los magos. Traspasando el marco de la puerta, se llega a una amplia galería, en donde se exhiben todo tipo de objetos mágicos, catalogados por la peligrosidad y rareza de los mismos. A medida que uno se va adentrando por la habitación, se encuentra con objetos cada vez mas insólitos y raros, de modo que los objetos mas comunes se encuentran en la entrada, y los mas raros y peligrosos al fondo de la tienda.

La estancia es muy amplia, no obstante resulta difícil transitar por la misma, debido a la gran cantidad de stands y exhibidores, dispuestos para la gran variedad de productos en venta. Grandes arañas penden del techo, en las cuales centenares de velas permanecen encendidas en todo momento, brindando al lugar la luminosidad necesaria para que todo se luzca.

Las paredes tienen aproximadamente unos seis metros de altura y están ocupads en su mayor parte por vitrinas con estantes. No obstante, no se divisa ninguna escalera que permita acceder a los estantes superiores. Allí es donde la magia actúa: en cuanto uno se sitúa junto a las tablas de madera que lindan con aquellos altos muebles, éstas se alzan en forma instantánea, levantando al interesado cuanto sea necesario.

El suelo es de madera oscura, al igual que los estantes y el gran mostrador que se ubica en uno de los rincones del fondo, sobre el cual una antigua máquina registradora, que guarda el dinero recaudado cada día, se muestra orgullosa de su esplendor. A su lado, un gran libro, de aquellos que pocos se atreverían a intentar cargar debido a sus dimensiones. Se trata del gran catálogo de la planta, en el cual se enumera cada objeto que se halla a la venta, evitando al comprador el tener que sumergirse en una interminable búsqueda para obtener lo que desea.

El procedimiento es simple: el comprador, o bien el encargado, se acerca al gran libraco y susurra cerca de las gruesas tapas forradas en cuero lo que requiere. El encantado catálogo responderá con voz chillona de mujer, la zona en que el artíc*** se encuentra, haciendo que todo sea más sencillo. No obstante, la curiosidad suele salir vencedora, obligando a los visitantes a recorrer todo el sitio, sin recurrir a este útil objeto.

En el amplio mostrador, tiene su puesto el encargado de la sección. Junto al gran libro que contiene el catálogo de la sección, hay otro de tamaño mediano, en el que se debe anotar el nombre de la persona y el objeto que compró esta, de forma que se tenga una mayor organización de los registros de ventas en el Magic Mall.

La sala esta ambientada perfectamente para el mantenimiento de cada objeto, la temperatura al entrar a la habitación baja tan solo unos grados, pero el humano apenas es capaz de sentir la diferencia. Las paredes blancas de esta habitación, favorecen la decoración del lugar, que se basa en las vitrinas cristalizadas que continen los objetos, enmarcadas por madera de roble oscuro. Las vitrinas varían de tamaños según el tamaño de los objetos que exhiben, algunas vitrinas estan usadas para uno o dos objetos en particular, otras contienen innumerables cantidades de objetos en sus estanterías.

Existe un rincón especial, junto al mostrador, en donde se muestran los objetos mas codiciados e importantes, como lo son los coches muggles encantados para volar y el pensadero, objeto sumamente extraño y útil en opinión de algunos magos que buscan simplemente explorar su pasado, junto a otras personas.

 

Segunda Planta: Sección de Pociones

Cuando ingresabas a la Tienda Ministerial, un enorme recibidor con un mago o bruja te daban las indicaciones de cómo llegar a las diferentes plantas del local. No era muy difícil y, por si no había nadie que te guiara, detrás del mostrador, sobre la hermosa pared de mármol, unas letras doradas iban moviéndose por arte de magia y se actualizaban a medida que pasaba el tiempo; las mismas, contenían la información sobre las diferentes plantas de la Tienda y sus encargados.

La segunda planta de la tienda estaba ocupada por una enorme botica. Por fuera, una puerta de cristal y madera se encontraba flanqueada con dos ventanales a modo de mostrador. Ambos ventanales, mostraban una infinidad de botellitas de colores y diferentes tamaños, tanto en el escaparate de la vidriera como en el interior de la botica.

Una vez dentro, la belleza de los colores de las pociones, agregado al olor de la madera recién pintada y las enriquecedoras formas de los labrados realizados a mano en las estanterías que se repartían por los costados del local, te daban una grata sensación.

El piso era de mármol negro reluciente y las paredes, repletas de estanterías con frascos de todos los tamaños y colores, no permitían distinguir ni el material ni el color del fondo. Estas estanterías daban la vuelta al negocio a lo largo de las paredes y por encima de la cabeza. Detrás del mostrador, una cortina de color escarlata escondía una puerta, también de madera y vidrio, que llevaba a un pequeño almacén en el cual se guardaban las pociones más peligrosas. Era de esperarse que si algún mago o bruja pedía “Felix Felicis” no estaría a la vista en el local, pues no sólo su precio era elevado, sino que su preparación era complicada y sus efectos, de los más deseados.

Una araña de plata con velas era la única iluminación que se había agregado, ya que no se necesitaba mucho más, puesto que había pócimas que emitían luz propia. Había algunas que eran sensibles a la luz o al frío o al calor, por lo que el lugar se mantenía siempre a la misma temperatura. Todo allí dentro se cuidaba con suma eficacia, puesto que si algo alteraba alguna poción, sus efectos podían llegar a ser desastrosos luego. Por eso, también, no se les permitía a las personas tomar las pociones de los estantes y un encantamiento protegía las botellitas, de modo que el único que podía atravesar su campo era el empleado cualificado para tal tarea.

Cuando alguien compraba una poción, su nombre se escribía en un pergamino especial para demostrar que había pagado por ella. No era el empleado el que escribía el nombre del comprador, sino una pluma encantada que flotaba sobre un pergamino, dentro de una caja de cristal sellada.

Cada tanto tiempo, la hoja de pergamino era sustituida por un empleado calificado y se colocaba una nueva, de modo que la anterior se guardaba en un registro. Era sumamente secreto lo que allí había, debido a que no estaba permitido develar el nombre de alguna persona que hubiera comprado algo en la Botica, pero de todas maneras se debía mantener un registro de ventas.

El empleado de la Tienda, ataviado con una túnica especial antimanchas, no inflamable y protectora contra agentes corrosivos, era el encargado de vender las pociones. Mantenía una pila de pergaminos sobre el mostrador, en los cuales solía consultar algunos precios cuando no los recordaba e incluso, las ubicaciones de algunas pociones.

Llevaba un par de guantes de piel de dragón y una extraña insignia en la túnica con las letras “CM” encima, las cuales comenzaban a brillar y mandaban una señal de alarma a los demás empleados de la Tienda cuando una poción peligrosa se derramaba. También emitía otra señal diferente, una que podía verse en el hall de la Tienda y en los diferentes pisos, de modo que si alguna catástrofe sucedía las personas que se encontraran comprando serían alertadas.

 

Tercera Planta: Sección de Objetos Peligrosos y Potencialmente Mortales

Los magos siempre han sentido, desde los albores de la brujería, una fascinación por el poder que marcó con sangre largos periodos de la historia mágica. Quizás no todos la demuestren de la misma manera, pero desde la admiración pública que siempre se ha tenido por los grandes magos convirtiéndolos en seres casi mitológicos, hasta el propio sistema de evaluación en los colegios de hechicería todos y cada uno de los aspectos de la sociedad mágica están impregnados de esta atracción por el poder que ha derivado en grandes prodigios y catástrofes por igual.

Es por ello que no todo lo que hay dentro del Magic Mall puede estar a la vista. Hay poderes demasiado peligrosos para ser utilizados a la ligera.

En la planta baja del edificio, tras los mostradores de recepción, existe una puerta de madera olvidada y poco utilizada que conduce a un cuarto de servicio cuyo cartel colgado reza "Prohibida la entrada a toda persona ajena". En su desordenado interior se puede encontrar un acopio de escobas y utensilios de limpieza, muebles en desuso, cajas apiladas contra las paredes de piedra rugosa, estanterías con objetos rotos o descatalogados y, en general, una mezcla de elementos olvidados o deteriorados que las sucesivas generaciones de trabajadores del concilio han ido arrojando en aquel rincón oscuro y olvidado.

En una de sus esquinas, medio oculto por una serie de estanterías abarrotadas de objetos metálicos, puede vislumbrarse un viejo ascensor con la pintura descascarillada, la puerta de cobre a punto de soltarse de sus goznes y aspecto de llevar allí tirado varias décadas. A su lado, sentado con aire holgazán en un taburete, suele estar Fergus el bedel, un escocés calvo y haragán de carácter taciturno que se esconde allí para escapar de sus deberes y beber whisky de su petaca plateada.

Solo que en realidad el ascensor es la entrada a la planta prohibida de la tienda y Fergus un mago de inclinaciones homicidas, perteneciente al servicio de seguridad del concilio, colocado allí para vigilarla y las estanterías que los rodean un recopilatorio de chivatoscopios, cuchillos voladores con el encantamiento geminio, bombas explosivas y demás encantamientos de seguridad.

Una vez dentro del ascensor el visitante deberá introducir una contraseña en el panel de botones númericos, facilitada previamente por los empleados del mall y que provocará que lo reciba una voz de sonido metálico que será la encargada, tras un breve cuestionario, de analizar si el mago tiene el poder y la autorización necesarias para continuar más allá. Si el resultado es positivo, el ascensor evanescente lo transportará instantáneamente a la planta, si fuera negativo lo transportará al interior de un volcán en erupción, una fosa marina o algo por el estilo deseándole amablemente un buen viaje.

La planta parece tallada en su conjunto a partir del mismo mastodóntico bloque de mármol blanco. No se puede apreciar entre las piedras que componen el suelo división alguna, y las columnas de estilo dórico brotan impolutas como una planta pétrea hasta hundirse en el techo en un interminable mar de piedra pulida. En las paredes de la estancia de planta hexagonal hay un gran mural pintado al fresco que muestra, con el estilo clásico de la gregia antigua, las figuras de los magos más poderosos de la historia, capaces incluso de moverse y hablar del mismo modo que los cuadros mágicos.

Allí podrás hablar con figuras como la de Andros el Invencible, Merlín, su enemiga Morgana, Herpo el Loco, Merwyn el malicioso, la lujuriosa Circe, los fundadores de Hogwarts, Dumbledore o el propio Voldemort entre otros.

Salpicando la sala se suceden gran número de pedestales y vitrinas conteniendo objetos mágicos, y en las paredes el mural se ve periódicamente interrumpido por puertas cerradas que llevaban a estancias en las que se guardaban más de esos objetos. En el centro, detrás de un mostrador de mármol que también brota del suelo sin división alguna, suele encontrarseBroohilda Middleton, la recepcionista, una bruja de aspecto regordete enfundada en la clásica túnica azulada de los empleados con toda la mitad superior atravesada por franjas doradas horizontales, lo cual señalaba su alto rango en la jerarquía del Mall. Ella es la encargada de recibir al comprador que acude a esta sección en busca de los codiciadosObjetos Peligrosos y Potencialmente Mortales del Magic Mall. Si buscas libros de hechizos o consumibles que puedan darte poderes en las batallas mágicas, esta es la sección que debes visitar.

 

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