Bóveda trastero de Volthier

伊藤健三のボールト

Nunca había sido la intención de Kenzo diseñar una bóveda. De hecho, todo lo contrario: en un principio pensó que con poner las riquezas y tesoros que iba acumulando en una bóveda igual a cualquier otra sería más que suficiente. Pero cuando así lo hizo, tras pasar por todo el tramiterío que eso supone, sintió que sus pertenencias no estaban a salvo. Y sabía bien que esa sensación de inseguridad no tenía nada que ver con el banco, sino con su propia superstición. 

Kenzo retiró lo poco que había acumulado y lo invirtió en redecorar su bóveda. Por completo. Una puerta corrediza Shōji antecedía a la recámara principal. Al entrar, lo primero que se percibía era el aroma a ginko procedente de un incienso mágico de larga duración. Los suelos habían sido reemplazados por tatami, típicos de la arquitectura japonesa; por el medio de la bóveda una alfombra roja con decoraciones de peces koi y dragones en hilo dorado dividía la misma en dos, dejando de un lado una serie de cofres de madera de bambú con refuerzos en hierro, estantes para libros y pergaminos y demás objetos del estilo, y del otro lado barras finas de hierro y ganchos contra la pared que sostenían todo tipo de armas de filo como katanas, lanzas, espadones, etc.

Del techo colgaban lámparas rojas con distintos kanjis significativos para Kenzo. La pared más angosta de la bóveda la había reservado para sus objetos personales: pinturas de sus artistas japoneses favoritos, recuerdos, esculturas y algunas fotos de su familia. Cuando terminó de colgar la última fotografía, y volvió a ordenar sus pertenencias en esa bóveda renovada, sintió que había hecho lo correcto. Había traído un pedazo de su hogar al Banco de Gringotts.

>>Quizás yo no tenga el mejor criterio para administrar riquezas... pero ahora están bajo la vigilancia de mi familia. Y, a pesar de todo, sé que ellos me guiarán.<<

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