Situada en los niveles inferiores del banco mágico Gringotts, la bóveda de Annick no solo destaca por su seguridad, sino por el carácter simbólico y sentimental que guarda en su interior. Fue adquirida para ella por su esposo, Elvis F. Gryffindor, ya que para el difunto Auror aquello no era sólo una medida de protección material, sino una forma de garantizar que su esposa e hijos tendrían un futuro asegurado.

La entrada a la bóveda está custodiada por una imponente puerta de hierro forjado. En el centro de la puerta, resalta el emblema de un león con una varita mágica y una rama de olivo entrelazadas en la parte inferior. Este escudo no sólo honra el apellido Gryffindor, sino también la vida que ella y su esposo compartieron como defensores del mundo mágico.

La entrada cuenta con encantamientos antiintrusos y hechizos antirrobo que atrapan a los ladrones en una prisión mágica temporal. Además, la puerta está encantada con un hechizo de reconocimiento de sangre: al abrirse surgen unas poderosas llamas de inmenso tamaño que solo Annick y sus hijos pueden cruzar sin sufrir daño alguno. Esas llamas no pueden apagarse con ningún medio mágico ni muggle. Si intenta colarse alguien que no tenga la sangre de Annick y Elvis, sufrirá graves quemaduras que podrían llevarle a la muerte.

El interior de la bóveda es amplio y de paredes oscuras. Está iluminado por lámparas flotantes que reaccionan a la presencia de su propietaria o de sus hijos. En el centro hay dos estatuas similares a las que custodian la entrada de la mansión Gryffindor: un león y un lobo que parecen respirar acompasadamente, esperando detectar intrusos para abalanzarse sobre ellos. A los costados hay varios cofres llenos de galeones y, al fondo, algunos estantes que almacenan diversos objetos y pociones.

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