Bóveda trastero de Ezrion Black Lestrange

Cuando Ezrion abrió por primera vez la puerta de hierro bruñido, comprendió de inmediato la magnitud del regalo de su padre. Jocker le había dejado esta bóveda al nacer, un santuario secreto lleno de artefactos mágicos y objetos de poder, cada uno elegido con intención y cuidado. La luz suave de antorchas encantadas iluminaba estanterías rebosantes de libros antiguos, frascos de pociones que burbujeaban con energía contenida y amuletos que parecían palpitar con vida propia. En vitrinas de cristal encantado descansaban dagas de obsidiana, relojes que guardaban recuerdos y varitas olvidadas que aún conservaban su fuerza. En el centro, sobre un pedestal de mármol negro, la esfera transparente emitía destellos de pasado y futuro, aguardando a que Ezrion estuviera listo para comprenderla. La bóveda no era solo un depósito de objetos; era una lección silenciosa de su linaje: poder, responsabilidad y conocimiento entrelazados. Cada artefacto parecía susurrarle que, aunque su padre le había confiado este legado, su verdadero valor solo se descubriría con paciencia y discernimiento.

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