Bóveda Trastero de Kamra Ashryver Rambaldi:

 

Bajo la planta principal del Banco de Gringotts,una inmensa red de bóvedas se prolonga muchos metros hacia las profundidades. Talladas en roca, la única manera de llegar a ellas era en carritos puestos sobre rieles que se extienden desde los niveles superiores hasta las cámaras más bajas y custodiadas : Las bóvedas Trastero.

 

El camino en la truculenta vía daba giros y caídas radicales al acercarse a los niveles inferiores, estas cámaras siendo reservadas para guardar los objetos de mayor valor - tanto sentimental como monetario - de los magos y criaturas de la comunidad mágica en Londres. Mientras más cerca del final estaban, mayores eran los encantamientos a los que recurrían los duendes para salvaguardar los tesoros allí guardados de posibles asaltos, como de aquellos osados que se atrevían a usurpar las identidades de a quienes pertenecían las bóvedas.

 

Casi llegando al final, dos estatuas femeninas gemelas talladas en granito sostenían la mano en alto frente a ellas, una era oscura y la otra parecía iluminada por la más pura luz de luna, incluso cuando no había rayo de luz que pudiera penetrar tan profundo en la tierra. Ambas custodiaban la entrada a la bóveda trastero de Kamra Ashryver Rambaldi...quién se atreviera a dar un paso más allá de ellas sin la compañía de la mujer de cabellos blancos, activaría inmediatamente las alarmas del banco, sin mencionar la parálisis a la que el cuerpo del ladrón se vería sometido.

 

Tras las estatuas, la doble puerta de hierro poseía un intrincado patrón de símbolos y escritura Celtas, una lengua ya casi extinta si no fuera por quienes guardaban el conocimiento, pasándolo de padres a hijos, en el más alto círculo de nobleza Escocesa. Kamra solo debía recitar las palabras que allí estaban ocultas, cambiantes sin embargo, para que nadie pudiera tener oportunidad de aprenderlas. Un chirrido anunciaba el movimiento de los engranajes y posterior a eso, la pesada puerta de hierro estaba abierta.

 

El interior de la cámara dejaba ver la riqueza que casi tres siglos de existencia habían acarreado. El suelo y las paredes eran lisas a pesar de la interminable piedra negra por la que estaban rodeados, y dónde debía verse roca desnuda, había mármol rojo en su lugar. Pequeñas vetas doradas se apreciaban entre el profundo color vino de las paredes, y éstas también se veían en el suelo beige bajo sus pies. Esas paredes albergaban los objetos de valor incalculable que Kamra no se atrevía a tener con ella en el Castillo de su Familia:

 

Obras tanto escritas como plasmadas en lienzo pertenecientes a diferentes artistas renombrados descansaban en una sección del amplio lugar. Frente a esta, diversos instrumentos descansaban...los primeros con los que había aprendido diferentes destrezas, tanto musicales como físicas. Entre esos objetos se destacaban un piano de cola con teclas de marfil, un violín de madera de roble y la primer espada y arco que había empuñado. A un lado de esa sección, estantes de libros se levantaban - seis en total - plagadas de tomos pesados en cuyas páginas estaban escritos secretos que el mundo no conocía: medicina, historias como debieron ser contadas y demás artes ya olvidadas. En los últimos dos estantes descansaban los diarios personales de la peliblanca, contando cada día de su existencia para no olvidar. Oro y otros objetos de valor recubrían el suelo a lo largo de toda la cámara, llegando a la mitad de la altura de la misma.

 

La puerta se sellaba automáticamente después de que la última persona saliera, el patrón en la antigua lengua Celta restaurado y renovado, listo para la siguiente visita.