Para ingresar a la Bóveda Trastero de Edward uno tenía que primero tener la llave que abriría una simple puerta de madera con una cerradura hecha de oscuro hierro, solo con la llave se podría ingresar no había encantamiento convencional capaz de hacer que la misma cediera.
Una vez que se lograba pasar por la puerta uno se encuentra con una habitación rectangular hecha en piedra (suelo, paredes y techo), doce antorchas colgaban en cada pared de los laterales y cuatro en la pared de la puerta, dos a cada lado de la misma. Al fondo en la pared que lo enfrenta brilla tenuemente una antorcha.
Veintinueve fuegos alumbran únicamente un enorme pozo en el medio de la habitación. Piedras blancas redondeas celan su circunferencia y el brillo de las antorchas mas cercanas danzan en ondas rojizas sobre la superficie negra de agua. Uno tiene que ir hacia el pozo y saberse un buen truco para poder respirar debajo del agua.
Quien dese llegar hasta las pertenencias que se guardan en la bóveda del Evans debe sumergirse en las oscuras aguas del pozo. Lo primero que uno siente es un fiero frío y pura oscuridad pero a medida que se nada cada vez más hacia abajo la temperatura asciende y el agua deja de ser una venda oscura sobre los ojos para regalar la visión de un iluminado y calido fondo oceánico.
Un extenso arrecife colorido se extiende sobre las blancas arenas del fondo, la luz que iluminaba el lugar simula ser la del sol pero también se sucede la noche al mismo tiempo que sobre Londres. Peces, moluscos, crustáceos, ballenas, tortugas y delfines nadan a sus anchas por aquel paraíso oceánico.
Pero ninguno es real, ningún ser vivo que se vea lo es realmente, son hechizos, encantamientos complejos que se ven y actúan como los mismos seres que simulan ser. Edward nunca emplearía animal alguno para hacer de seguridad, estos hechizos atacaran y entorpecerán el camino del visitante si sienten que el mismo ha llegado con malas intenciones a su fondo.
Hay que cruzar un buen trecho sobre aquella selva tropical marina para llegar donde se guardan las pertenencias del mago. Sobre unas rocas, hundido y sombrío yace una fragata antigua, prácticamente intacta sino fuera por una enorme abertura en lo que hubiera sido su bodega.
Uno tiene que nadar hasta la misma e ingresar por el buraco, una vez dentro puede ver por sobre su cabeza el brillo del fuego, dos brazadas hacia arriba y una rompe con la superficie del agua y el aire nuevamente llena sus pulmones. Dentro de la fragata uno puede deshacerse del medio que utilizó para aguantar la respiración y nadar hacia una escalera de madera.
Al subirla uno llega el piso superior de la bodega del barco, una extensión enorme donde Edward guarda sus tesoros y esta bien iluminado por más antorchas, hay estantes para libros y pociones, cofres para guardar bienes mas preciados y espacio suficiente para colocar las grandes compras y aún así circular por aquel piso con completa comodidad.
Cuando uno haya encontrado lo que busca deberá subir otra escalera, que se encuentra en el extremo izquierdo de la habitación (el opuesto por donde uno ingreso). Al llegar a la cima de la misma uno se encuentra con una trampilla. Debe empujarla hacia arriba y al salir se encontrara con que regresó a la habitación rectangular de piedra del principio, solo que en el otro extremo, debajo de la solitaria antorcha que iluminaba la pared.
