Sobre el callejón diagon debajo de los pies de brujas y magos yacían kilómetros de profundidad de catacumbas. El banco mágico Gringotts guardaba con recelo los más grandes tesoros de Inglaterra. Parecía que fuera los tesoros de los propios duendes debido a la seguridad colocada. Había cámaras de media y alta seguridad, pero incluso aún más abajo estaban las bóvedas de máxima seguridad.
Una de ella había sido adquirida por un joven mago llamado Kritzai. Entre el recorrido de los carros e los rieles había dos gigantes paredes que parecian unidas, pero no lo eran. Era una ilusión óptica sencilla que ocultaba detrás de una pared un camino secreto del tamaño de una persona. Por fuera eran simples paredes rocosas de las catacumbas.
Una vez pasado el camino oculto se llegaba a una gran estancia circular. El piso era liso de mármol muy pulido pero parecía vacía y sin sentido, común y corriente. Al pisar el suelo de mármol alrededor de esta se iluminaba por antorchas colocadas en las paredes y techo de estalactitas y estalagmitas. Tan sólo para un alto funcionario y para el dueño de la boveda habia un lector mágico en una pared.
Al colocar la retina del dueño o funcionario la bóveda se abría en un lado dejando ver mucha luz blanca. Adentro parecía vacía pero tras colocar la mano el dueño las paredes de espejos descendían dejando ver alrededor estantes con los tesoros del mago.