Gringotts, el lugar que había sido burlado por unos muchachos hacía décadas atrás. ¿Quién se imaginaría que unos mocosos saldrían vivos de aquél lugar?. Desde ese momento, uno de los lugares más seguros del mundo mágico ya no parecía resguardar muy bien las ostentosas pertenencias de brujas y magos, de hecho, no lo había logrado con el horrocrux de Tom. ¿Quién me garantizaba que las pertenencias de un Black no serían saqueadas de su lugar?...
Mero protocolo, debía mantener algunas cosas allí, en la famosa bóveda y bajo la irónica seguridad de su historial.
El pasillo no era muy largo, pero sí se situaba en las profundidades de la institución mágica, por lo que llegar a él sería complicado. Al final del mismo corredor, ahí donde te dejaba el carrito con esos duendes malhumorados, se encontraba una pared encantada, con la máscara rocosa y húmeda que familiarizaba con el entorno de la caverna, sin obviar que las demás puertas que se encontrasen cerca (pertenecientes la mayoría a la familia Black) despistaban cualquier pista del paradero de mí bóveda.
Sólo mi sangre podía desencantar la pared rocosa para dar vista a una puerta de mármol con finos grabados en onix y plata formando una "B" gótica e imperiosa que sólo reconocía mi varita y la manera de deslizar su punta (verticalmente) en aquella letra para que se abriera de par en par. Una vez dentro, se encendían varias antorchas en las paredes del mineral negro, un fuego maldito que había invocado cuando había alcanzado el rango de Mago Oscuro dentro de la casta mortífaga. Nadie podría percatarse que aquellas ardientes llamas infernales eran nada más y nada menos que serpientes enroscadas, durmiendo, esperando atacar a los intrusos que osaran robar alguna de mis pertenencias así fuese la más mísera vuelapluma que escribía inventarios a diario en un pergamino sin fin; la muerte sería tan sencilla como el silencio que perduraba allí dentro, buscando la boca del intruso para incinerarlo desde dentro. Sin contar la infinidad de hechizos ocultos que había conjurado por si lo primero no resultase.