Cada bóveda era diferente, porque cada uno era como la quería su dueño. La de Leopold no tenia mucho de extraordinaria, pero si una maciza y pesada puerta de hierro. Estaba decorada con algunos emblemas de su familia en filigranas doradas y en el medio estaba el orificio de la cerradura. Estaba ubicada en una zona de máxima seguridad, porque los objetos que se guardaban allí no eran comunes y corrientes.
Su interior estaba bastante iluminado, la pared de piedra había quedado atrás, y ahora las paredes mostraban ángulos rectos sin deformaciones. Todo el lugar estaba ornamentado exactamente como se encontraba el vestíbulo del propio Banco, el mármol blanco inundaba cada rincón de la habitación, alcanzando hasta el techo de bóveda de la cual colgaban dos candelabros bastante grandes. Al fondo, con una pequeña separación se podía encontrar algunos estantes listos para recibir libros, asemejándose a un pasillo de biblioteca.
Había sido diseñada para que sólo un duende con el propietario de la llave pudieran entrar y, en caso de que un intruso lo lograra, seria victima de los peores hechizos que había en su interior.