La oscuridad en aquella caverna era impresionante y el silencio era aun mucho peor, era como si algo o alguien le hubiera robado el sonido a todo. Seguramente nadie se atrevería a ir hasta allí para curiosear o intentar robar algo, la bóveda estaba quizás en el nivel más bajo (por no decir el ultimo nivel subterráneo) de Gringotts por lo que hacía mucho frio y las extrañas ráfagas de gélido viendo salido de quien sabía donde podrían congelar a cualquiera. Si fuera poco antes de llegar al lugar había que recorrer un largo trecho desde el sitio donde el carrito que llevaba a la persona o duende se paraba hasta las enormes puertas de la entrada de la misma. Sin embargo, había otras protecciones para acceder al lugar, como un dragón colacuerno húngaro que podía fácilmente quemar a cualquiera con el fuego que salía de sus fauces.
El duende que manejaba el carrito solo podía llegar hasta el andén, después de allí el camino lo realizaba el dueño de la cámara solo, por lo que nadie, a excepción de él conocía todos los secretos del sitio y lo que se guardaba en aquel lugar. Una vez que se llegaba a las puertas era otra historia.
Las paredes externas de la bóveda trastero de Hades Ragnarok relucían negras, y las puertas de bronce de dos pisos de altura se encontraban cerradas. Cuando se estaba más cerca, se podían apreciar que los grabados de dichas puertas reproducían escenas de muerte de la mitología griega, pero todas parecían labradas en bronce hacía miles de años. Para que las puertas se abrieran el cainita debía colocar una de las manos y recitar algunas palabras, quizás un mantra, quizás viejas frases que se habían perdido con el pasar del tiempo, o aquellas que había escrito Dante en su divina comedia. Un viento cálido recorría el pasillo cuando las puertas se abrían de par en par. Una vez que se separaban aquellas puertas aparecía una extensa habitación.
En las paredes había murales que representaban muchas de las batallas épicas, ya fueran griegas o romanas, pero había algo mas, algo que pareciera fuera de lugar, había una pintura realizada con diferentes técnicas y materiales del Ragnarok (Fin del mundo y destrucción de los dioses y de la raza humana en una batalla final con poderes malignos). Había piedras preciosas, pilas de rubíes grandes como un puño, macizos de diamantes en bruto incrustadas en las paredes. Como invitados a una fiesta, había alrededor de aquella bóveda estatuas de Dioses griegos, romanos y nórdicos, tanto en el primer, segundo como tercer piso.
Si se caminaba un poco en el centro de aquella estancia había una escalinata de palacio, entre columnas negras de mármol negro. Aquel sitio tenía suelo de bronce pulido, que parecía hervir a la luz reflejada de las antorchas de fuego eterno y fuego griego. No había techo, sólo el de la caverna, muy por encima. Aunque una vez que el Ragnarok entraba este cambiaba para mostrar el tiempo que hacia afuera en el Callejón Diagon, tal como hacia el techo del gran comedor en Hogwarts. A través de aquellas escalinatas era que se podía acceder a los pisos superiores. En cada piso había una especie de cómodo sofá de madera que parecía que estaba hecho de huesos humanos soldados de bronce pulido. Unas antorchas de cada lado para iluminar, una mesilla para colocar cosas, además de plumas y pergaminos por si eran necesarios.
Había varios accesos y cada entrada estaba resguardada por estatuas de animales mitológicos o representaciones de los dioses, del lado derecho el dios en su forma griega y del lado izquierdo en su forma romana. Se podían observar grandes estatuas como la de Ares como de Marte, al igual que al lado de otra puerta una de Zeus y Júpiter, Poseidón y Neptuno, Hades y Plutón también estaban allí. Había estanterías de madera (Ebano) pegadas en la pared donde estaban colocados los libros más importantes para el vampiro, además de algunos objetos que podrían ser utilizados en aquel mundo, aunque muchas de las cosas que usaba en Grecia jamás le abandonaban. Cada cosa dentro de aquella bóveda estaba protegida por hechizos, encantamientos y maldiciones que solo podían ser quitados por el dueño de la misma. Esa era la última defensa de todo aquello. También había una habitación especial para los animales.