Ya había vuelto a la mansión, a la familia, ahora tenía que ponerme al día con mis cosas, buscar trabajo y comenzar a vivir una nueva vida mientras encontraba a mi hija.
Sin proponérmelo, llegué al banco de Gringotts. Ingresé con paso firme y decidida a averiguar si Nat ya había pasado por acá.
- Buenos días- saludé seria pero amable-, soy Natasha Evans Malfoy. Quisiera abrir mi bóveda.
El duende que me atendió se asomó por el borde del mostrador y me miró fijamente.
- Señorita Natasha- comenzó a decir con su voz seca y chillona-, muéstreme su varita- solicitó tomando asiento nuevamente.
Una vez que analizó mi varita llamó a otro duende y nos dirigimos a las profundidades del lugar. Mientras caminábamos por un pasillo poco iluminado iba pensando que Nat se había encargado de muchas cosas. Llegamos a las puertas del ascensor y con su huesudo dedo me hizo seña de que ingresara. Al cerrarse las puertas sentí que el cubículo hacía recorridos no solo hacia abajo sino que también se había movido hacia los lados. De pronto, el ascensor se paró en seco y se abrieron las puertas.
Primero no pude ver con nitidez pero sí escuchar una caída de agua y una brisa silvante que se colaba por los interminables pasillos de las profundidades del banco, cuando comencé a acostumbrarme a la oscuridad, el duende regresó con un farol (no sé en qué momento se había ido de mi lado).
- Sígueme- dijo con su voz chillante.
Comenzamos a recorrer un largo y húmedo pasillo que parecía estar bajo unas cascadas, dimos un giro hacia la derecha y nos adentramos a lo que parecía ser un gran salón donde se observaban varias puertas oscuras en todas direcciones, algunas parecían estar selladas desde hace mucho tiempo.
- Es por aquí- señaló un oscuro pasillo que ni la luz de la farola llegaba a iluminar mas allá de donde llegaba nuestra mano extendida-. Su varita, por favor- solicitó como si fuese obvio que tenía que sacarla.
Estaba por dársela cuando me indicó que apuntara al quinto ladrillo vertical que estaba frente a nosotros.
- Diga su nombre y el de "ella"- dijo con seriedad como si supiera que somos realmente dos.
-Natasha- dije apuntando mi varita al ladrillo señalado-, Natasha- volví a repetir y un hilo de luz roja salió de la punta de la varita. La luz entró por el ladrillo e iluminó una gran puerta de acacia.
La puerta de acacia demostraba la lucha constante de mi interior: por un lado una serpiente dragón y por el otro un gran león. Instintivamente, di un paso hacia adelante, me paré frente a la puerta. El duende retrocedió y se esfumó diciendo que lo llame cuando quiero irme.
- Permíteme pasar- susurré firmemente. Rápidamente el león tomó el lugar principal y abrió la puerta. Así entendí que cuando venía ella, era la serpiente dragón la que tomaba el lugar principal.
Al ingresar, el suave murmullo de las olas rompiendo en las costas argentinas resonó en toda la habitación, el piso tenía el color de sus playas y la luz cálida era semejante a un amanecer. Me sentí como una niña que estaba en su país natal. Respiré y me volví a concentrar.
¡Qué majestuosa vista! Al frente se veía el escudo familiar de los Gryffindor y debajo el retrato dibujado de mi padre (aquel que había hecho en mi juventud cuando lo conocí). Hacia la derecha estaban mis diplomas obtenidos en mi paso por la escuela enmarcados en madera labrada artesanalmente, varios estantes con pequeñas botellas de colores y debajo tres cofres: uno con recuerdos, otro con objetos comprados en viajes y el último listo para ser usado en esta nueva etapa; en una esquina de la sala se encontraba un sillón rojo con su apoya pies tapizado en el mismo color y una mesita hexagonal con un velador de pie hecho de una rama de acacia, y a su alrededor había estanterías con libros muggles de cuentos maravillosos, eran mis preciados tesoros. Hacia la izquierda se levantaba una oscura pared cubierta por un gran manto tornasolado como escamas de dragón, supuse que ese era el lado que afloraba cuando ella era la que abría.
**Lado izquierdo cuando abre la otra Natasha**
Al frente sigue estando el escudo de los Gryffindor pero una gran serpiente dragón la envuelve, así mismo también se ve con nitidez el retrato de Elvis, pues lo considera un gran mago que merece su respeto.
La luz tenue te hace sentir que la noche ha cubierto todo, las paredes de ladrillos negros son cortados por brillantes hilos rojos de sangre de dragón y el piso oscuro y brillante como escamas te da la sensación de estar subiendo al lomo de una serpiente dragón. En el rincón más alejado, hay un sillón del siglo XV, oscuro como la misma noche, un perchero alto para dejar su capa y una mesa hexagonal con una farola de luz roja. Si miramos hacia la derecha, la oscura pared se asemeja al anochecer en la playa: mar, pocas estrellas lejanas y una pequeña luna.
