La seguridad extremista de Gringotts era conocida por todos los habitantes del pueblo inglés. Tanto así, que con la nueva modalidad de bóvedas trastero muchos magos y brujas decidían esconder sus más valiosas pertenencias en ellas solo para asegurarse de que nadie más tuviera acceso a las mismas. La idea estuvo rondando la mente de Zack por varios días hasta que concluyó en que ciertamente sería mejor mantener bien escondidos sus objetos o futuras criaturas preciadas.
Como miembro de la Logia Eligentium sabía que el Concilio de Mercaderes pronto estaría trabajando con objetos peligrosos, criaturas de mucho poder y además libros con información valiosa para nutrir de conocimiento a los mejores magos y brujas que supieran aprovechar su contenido. Por obvias razones él sería uno de los primeros en comprar todo lo nuevo en el Magic Mall y precisamente ese era el motivo de su visita al banco.
Un duende tan cascarrabias como el resto lo acompañó a las profundidades indicando que ya tenía un espacio ideal adaptado para los gustos del Nigromante. Este último simplemente se dejó llevar hasta quedar maravillado por la bóveda que se le asignó. Una enorme puerta de madera pulida con detalles en bronce y plata se lucía al centro de la resistente pared de roca. En cuanto Zack se paró frente a la misma pareció reconocerlo y se abrió de par en par dejando ver todo el interior.
Lo primero que pudo percibir fue la correcta iluminación proporcionada por dos lámparas colgantes y seguidamente la correcta distribución del inmobiliario. La pared del fondo tenía estanterías para colocar libros o cualquier otro tipo de objetos, acompañadas por algunos muebles que con solo ver trasmitían comodidad. Unas cuantas jaulas de diferentes tamaños tomaban lugar en la parte derecha mientras que a la izquierda se podía ver un mesón repleto de papeles y rodeado de sillas.
–Tal como esperaba –. Comentó el vampiro a modo de aprobación para aligerar la tensión en el duende que permanecía expectante a la reacción del cliente. A pesar de estar a cientos de metros bajo tierra, el espacio tenía una buena ventilación producto, quizás, de algún hechizo que permitiera un ambiente agradable en la estancia.
–Movimos algunas cosas, de hecho. Solo falta el resto –. Dijo el duende señalando los papeles y un llamativo libro viejo sobre el mesón. De inmediato el Black pudo reconocerlo, se trataba de una copia de información valiosa de la organización para la cual trabajaba. Para ese entonces cuando Mónica era Directora del Concilio, ella le había encargado dicho ejemplar que hasta ese mismo día había sabido ocultar muy bien.
–Me la quedo –. Finalizó asintiendo levemente mientras su mirada terminaba de recorrer las extensas dimensiones de la bóveda.