Al entrar en los encrucijados caminos de los carritos que Gringotts poseía para transportar a los magos y brujas por debajo de Londres, uno se encontraba con que las cámaras de Gringotts eran (al parecer) las más seguras y difíciles de burlar de todo el mundo mágico. ¿Por qué otro motivo sus magos decidirían guardar sus reliquias y oro allí dentro, sino?

Así pues, una vez que lograbas acceder a lo más profundo del Banco Mágico, te encontrabas con algunas de las cámaras más seguras y mágicas. Entre ellas, estaba la mía.

Por fuera sólo era una enorme puerta de hierro que impedía ver hacia el interior, pero sus mecanismos mágicos internos impedían que cualquiera la tocara. Sólo los duendes podían acceder a ella, cualquier otro se quedaría atrapado, siendo transportado a una celda de seguridad que los duendes no solían ir a visitar con frecuencia, por lo que lo más lógico era que los prisioneros murieran de hambre.

Una vez que atravesabas la puerta de seguridad, un angosto corredor de al menos unos cien metros de largo lo precedía. Por él sólo cabía una persona a la vez, por lo que si los que entraban eran varios, deberían avanzar en fila por él. Al principio podría parecer un corredor común: en él hay retratos, muchos, algunos son mis más preciados recuerdos. Pero hacia la mitad del pasillo, el mundo se da vuelta literalmente, dejándote patas arriba. Una densa neblina prohíbe ver más allá de la nariz y llegado a un punto pareces estar avanzando en círculos. ¿Círculos? ¡Pero si es un corredor recto! Pues sí, pero la magia es engañosa. Si logras superar el temor de la claustrofobia y la desorientación, al cabo de unos minutos llegas al otro extremo y la magia termina, volviéndote a tu estado natural.

Allí, al final del camino, una puerta simple de madera te dará paso a otra sala. Grandes columnas parecen sostener el techo abovedado de una cámara circular en la que hay tres puertas, todas iguales. La primera te llevará a un destino fatal, la segunda te llevará fuera de la bóveda, impidiéndote robar nada; y la tercera te llevará hacia adelante y a otra prueba antes de encontrar el tesoro. Pero a las puertas les gusta cambiar de lugar y ni siquiera marcándolas podrás recordar por cuál debes ir.

Si logras ir por la correcta y continuar en juego, del otro lado hay un enorme abismo. Sin escaleras ni puentes, la única forma de atravesarlo es enfrentar la negrura que concibe los peores miedos del incauto. La fe y la confianza son las claves para permitirte llegar a salvo al otro lado y con eso ya estarás a un paso de conseguir lo que has ido a buscar.

Al final, llegando a los objetos que hay allí guardados, una última puerta guarda un enigma. Del otro lado, una esfinge impondrá un acertijo que, de ser respondido correctamente, te dejará pasar a obtener eso que anhelas. Pero, si por el contrario respondes de forma incorrecta, te despedazará y comerá.

• Índice de Bienes
• Objetos
• Pociones
• Criaturas
• Libros de Hechizos
• Consumibles
• Consumibles Especiales