Bóveda Trastero de Matt Blackner

Si uno quería encontrar la bóveda, lo primero que debía hacer era acudir al banco mágico. Eso era primordial, al igual que pedir a uno de los duendes que trabajaba en el banco que te guiara para poder llegar hasta alli, ya que uno debía pasar por todo aquel entramado digno de montañas rusas.

La forma de abrir? mágicamente, gracias al duende de turno que usaba los hechizos correspondientes para poder tener acceso a la bóveda sin sufrir consecuencias terribles por intentar colarse.

Por dentro...bueno, por dentro no era ni mucho menos gran cosa. Una cuevecita de roca, adornada con lo mínimo y básico para un lugar en el que, al final, uno destina a almacenar cosas: un par de estanterías, algún mueble bajo, repisas...además, una gran luz en la zona central de la cueva, en el techo, servía para iluminar la estancia. Ésta se encendía cuando detectaba que alguien accedía al interior del recinto.

Eso si, cuidado a los extraños, puesto que si alguien no autorizado trata de abrir las puertas, se encontrará con dragones de piedra encantados qeu cobrarán vida instantáneamente, y que en caso de sufrir daño se regenerarían por si mismas, además del hechizo Ducklifors, que transformaría en pato a los posibles intrusos.

Que uno no posea demasiadas cosas de valor no significa que no quiera protegerlas...

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