Oculta en una apariencia de vieja y corroída, la bóveda de Bastian se encuentra en los niveles inferiores de alta seguridad del banco.

Apenas entrar -con la llave de seguridad- se puede observar las brillantes paredes recubiertas de oro y plata. Varias estanterías de madera de ébano fortificadas con magia para que el tiempo y la humedad no la deteriorara. La magia las mantenía, también, firmes al suelo para evitar que el movimiento de los dragones o de los sismos la derrumbaran.

En el centro, atado a una estaca estancada, un blanco y enorme hipogrifo esperaba atento por si las defensas del banco caían y era él quien debía defender los tesoros de su dueño. La cuerda que lo mantenía firme (para evitar que fuera a destruir cualquier cosa, cedería si alguna de las alarmas antiintrusos se activaba.

La bóveda se encontraba, en un inicio, vacía a excepción de un juego de ajedrez trabajado en el más fino diamante y una chapa chapa de hojalata carente de magia que solía llevarlo -en su mente- al pasado para poder vivir nuevamente aquellas experiencias que lo había forjado como el hombre que era.

También, en un pedestal muy alto, y protegida con magia que aparentemente oscura, descansa su primera varita mágica. Aquella varita que durante años utilizó como una arma letal siendo mortífago y que ahora prefería no blandir debido a que le recordaba su pasado impuro.

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